La vida que quiero
- Patty Lamond
- 26 ene 2017
- 4 Min. de lectura

No me decido a vivir la vida que puedo. Me decido a vivir la vida que quiero. La vida que puedo ya sé cómo vivirla. La vida que quiero es un reto. Un reto continuo, que de ser cierto y real, no acabará nunca, siquiera cuando mi cuerpo se acabe. La vida que quiero requiere mucha atención, mucho respeto, o lo que es lo mismo, mucho amor propio. Requiere ganarte la vida de un modo que no implique perderla, y que mucha gente a tu alrededor quizá no comprenda, pero puede que acepte siempre y cuando te haga feliz. Yo sólo he aprendido a irme, y ahora resulta que la vida que quiero implica quedarse, no venderse a cualquier precio, dejar de hacer la maleta y luchar por cosas que no puedo probar con ningún título universitario que tenga en mi mano; no puedo hacer nada por lo que no hice, en cambio, puedo afrontar el presente de un modo tan real que pueda creer de veras en todas las oportunidades que soy capaz de generar por mí misma. Sé lo que es vivir con todo, con todo lo necesario y bastante más, no en opulencia, sí en comodidad. También sé lo que es todo lo contrario, y aunque nada era abundante, era suficiente. Soy afortunada, he podido aprender de ambas experiencias. A mí la palabra suficiencia me encanta, aunque recuerdo cómo la odiaba en el colegio, y cómo de mal me hacía sentir eso de ser “suficiente”, por eso me obcequé en ser “sobresaliente”, no entendía de resultados, sólo sabía que eso me hacía sentir bien, y tiene gracia, porque ahora nada me puede hacer sentir mejor que ser suficiente, ser suficiente para mí y para los demás. Lo suficiente, si hablamos de cantidad nos suele parecer algo pobre, no obstante ¿qué tal si lo asociamos a la calidad, de vivir, de ser? porque, ¿puede haber algo más bonito que una conversación, una comida, o un descanso suficiente, justo, apropiado? Podemos usar los sinónimos que queramos y ninguno me resulta limitante, sino de abundancia precisa.
La verdad que saber vivir con lo justo es una de las lecciones más hermosas que estuve dispuesta a recibir de la vida, no sin esfuerzo para comprenderla, y creo que a veces se hace complicado no formar parte de la abundancia material cuando estás rodeado de ella. Está todo tan bien estudiado que parece que muchísimas cosas están al alcance de nuestra mano, tan sólo tenemos que invertir el tiempo necesario en alcanzar el valor que tiene esa cosa, y por ese intercambio que estamos dispuestos a realizar pasamos todos, pero, ¿eso que hacemos es concorde al valor que tenemos o que esa cosa tiene? “La gente hace muchas cosas que no son buenas para ellos con el único objetivo de ganar dinero. Se convierten en esclavos y pierden su felicidad” (Extracto artículo La Bioguía. Pincha aquí para leer más). Es normal que no nos demos cuenta a cada momento de que lo que estamos comprando no nos está costando dinero, nos está costando el tiempo que usamos en conseguir ese dinero. Porque "cuando tú compras algo, no lo compras con dinero, lo compras con el dinero de tu vida que gastaste para tener ese dinero" (P.Mujica, ex presidente de Uruguay) Es una simple cuestión de conceptos… ¿puedo permitirme esto? ¿Realmente vale lo que cuesta, en tiempo? Aprendí que hay tantas cosas de las que podemos prescindir que nos costaría hasta creer que fuese cierto; prescindir no sólo en un sentido de solidaridad/consciencia colectiva o consumo responsable, sino por nuestra propia libertad, y por el valor que nos damos a nosotros mismos. En mi caso, la vida que quiero implica sobre todas las cosas, quererme. Quererme es algo que me cuesta mucho esfuerzo porque siempre tengo que andar algo pendiente de esto, vivir una vida en la que confías en ti no es fácil, yo no crecí en la generación de las escuelas donde te enseñan a confiar en ti, es decir, a ser libre respetando lo que te hace ser único, yo crecí en esa donde se habla de igualdad, solidaridad y compañerismo, pero en cambio se fomenta la competitividad, la cantidad orientada a resultados, y la igualdad desde un sentido limitante, no desde la diversidad. Así que quererme implica tener la capacidad de empoderarme, (leer "Crecer es dejar de echar la culpa a los padres" ) agarrar todas mis capacidades y accionarlas, en el mundo, en mi país, en mi barrio, en mi casa, en mi cuerpo... donde sea, de un modo sano y activo. ¿Y sabéis qué?, en momentos super difíciles, cuando pienso en tirar la toalla, en lo fácil que me parece que sería vivir la vida de otra persona como si yo no fuese yo, ni mis deseos de vivir mi vida fuesen míos, ansío con todas mis fuerzas que ojalá fuese capaz de hacer cualquier cosa, como tantas veces hice, cambiando mi tiempo por dinero, pero ya me decidí a dejar de hacer lo que puedo por lo que quiero, a pasear en vez de huir, y a prescindir de una comodidad incómoda. Con 32 años me doy cuenta de que nunca estudié específicamente cosas que a día de hoy me gustaría haber descubierto antes, pero sé que todas mis experiencias dan sentido al lugar en el que hoy estoy; donde decido no hacer la vida que puedo, sino la que quiero, la que es suficiente y me permite ser.
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