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No deseo


No deseo que os quedéis pequeñas para toda la vida, pues agrandarse es un regalo, si comprendes la magnitud de una mariposa. No deseo que no os veáis a oscuras al menos una vez en la vida, pues conoceréis el poder que os dará encender vuestra propia antorcha. No deseo que nada ni nadie subyugue lo más mínimo vuestra libertad, pues a través de ella conoceréis el amor propio, ese que os posibilitará todo, y que tendréis que alimentar y acunar toda la vida. Y aseguro que me estallan todas las ganas de escribir algo así como: “Ojalá el tiempo sólo existiese para quedarse en un único instante, ese en el que os miramos y pensamos, ojalá esta dulzura, y esta frescura fuesen eternas”. Pero no puedo pediros esto porque ¿Y si lo pido tan fuerte que se hace realidad? Os estaría negando la mayor oportunidad, de viajaros y encontraros a vosotras mismas. Haceos fuertes, sólo eso os aportará la verdadera belleza; conoced la tristeza y aprended que puede que no sea fea, pues lo verdaderamente feo es sentirse obligada a esconderla; vivid con decisiva rebelión aquello que alguien insista en llamar “imposible” y nunca dejéis de creer en lo extraordinario, nos harán falta muchas personas como vosotras para seguir regalándole al mundo un sentido humano.

Mis niñas, no puedo desear que os quedéis pequeñas para toda la vida, pues tendría que reconocer que eso sólo nace de un deseo egoísta, por defender vuestra inocencia y teneros desde el miedo, protegidas; en cambio, asiento un deseo como firme realidad: que cuando os empiecen a salir las alas estéis siempre rodeadas de apoyo y de amor propio, de ilusión, de constancia y libertad; y que todo lo que os hace tan grandes ahora, siga creciendo con la sincronía con que lo hacéis vosotras, como el polvito mágico que os hará volar con valor, siempre, ya, ahora…

No puedo desearos más que voléis ligeras, y que en algo ayude el amor de quienes os rodeamos; mientras, seguid enseñándonos a empolvar las alas y a quitarles peso. Nos quiero, Nos vuelo. Derechos de fotografía cedidos por: Jose Mª García Cano.


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